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miércoles, 19 de enero de 2011

La llegada, el pueblo, las historias...



Finalmente llegue a Sydney luego de 19 horas. Si hubiera un lugar en el mundo al que no queres llegar después de casi 20 horas de vuelo, es al aeropuerto de Sydney. Pónganlo de esta manera, si el aeropuerto fuera un país, seria por estadística el más triste del mundo, donde reinaría la penumbra y la oscuridad. Me imagino la campana de turismo de ese país: “visítenos, les regalamos el pasaje, el hospedaje, un auto, una danesa, y su prima sueca. Bienvenidos”. Por más que seas un turista, viajante, padre, hijo, abuelo, político, narcotraficante, no importa lo que seas o de donde vengas, siempre tendrás que pasar por el duro ojo de la ley.

Llegue y lo primero que me recibió fue un personal de migraciones con una gran sonrisa. Él se sentía feliz de estar ahí, podría estar surfeando o jugando al tennis, pero no. Estaba feliz de estar ahí. Cualquiera de nosotros trataría de meter sellos para que pase más rápido el tiempo. Podría venir Osama y decir “ hola, vengo a volar el puente” “ PASE”. Pero ese agente en particular, disfrutaba de su trabajo. Tuve una charla muy amena y pase sin mayores complicaciones.

Pasando migraciones llegué a la puerta del aeropuerto donde tomé el bus al pueblo.
El trayecto es el más bizarro, golpea tu realidad muy fuertemente. A los 30 minutos de llegar a Sydney uno puede toparse con el puente y la opera. Se experimenta la sensación de estar en el lugar que uno elige estar, extraña sensación que ya había sentido anteriormente la segunda vez que había estado en Sydney.

La llegada al pueblo fue lo más parecido a mi llegada a casa. Saludé a un par de legendarios del hostel que habitan allí desde que el mundo es lo que es.
El ambiente que hay entre los compañeros es muy bueno. La cantidad de argentinos que viven en el hostel fue la sorpresa de mi tercer desembarco. Somos 5, algo impensado teniendo en cuenta que la última vez que había visitado Australia había sido el único.

El pueblo sigue igual que siempre, las rubias abundan, los culos se pasean, las olas aparecen. Imaginen este pueblo como si fuera una gran capsula donde problemas como “el riesgo pais, el dengue, la fiebre, guerra atómica”, bueno, nada de eso roza esta realidad. El lema de la ciudad es “no hay problema”. “ disculpame pero no me quedo otra que tener algo con tu mujer, ah y sin querer mate a tu perro” “ no worries mate”.

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