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viernes, 2 de enero de 2009

¿Alguien quiere subirse al transiberiano?

De Siberia a Moscú

Bienvenidos a un tren compuestos por 3 clases. Yo, en la última obvio. Mi clase se llamaba PLATZSKARD; son compartimentos compuestos por 70 camas aproximadamente, cuatro camas marineras y una en la ventana. Esta clase también cuenta con agua caliente para sopas y te, pero nada de duchas. El tren a su vez tiene un comedor el cual es muy poco utilizado debido a sus altos precios. Está custudiado por un encargado de vagón y atendido por una camarera, quien es también la encargada de su limpieza.

Ni bien puse un pie mi vagón me di cuenta de que era único turista a la vista. Me senté en mi cama y los camaradas ya me empezaban a mirar como si se tratara de un mono. La locomotora a carbón comenzó a rodar y los camaradas comenzaron a acercarse preguntando en ruso de dónde provenía. Me fui presentando de la forma que pude. Siempre que digo que soy de Argentina, la gente por lo general reaccionan con una sonrisa. Tal vez no tienen ni idea de donde es pero saben que es un país lejano al que le encanta el fútbol y la carne.

La mitad de los pasajeros del vagón eran del ejercito rusos. Edades entre los 19 y 27, sin contar los viejos que obviamente no son soldados pero lo fueron, así que todos comparten el mismo sentimiento.

Lo primero que me quisieron mostrar era el alto grado de antiamericanismo que tenían en la sangre. Los jóvenes lo único que me decían era: “america kaput, bomb, kaput”
Lo decían de una manera tan estúpida como si ellos fueran a ganar una guerra sentados frente a su tv, o sea, en el eventual caso de que la hubiera, ellos serían la primera fila de ataque o mejor dicho, los primeros en padecer.

También encontré interés de ellos hacia mi. Algo que me ayudó mucho en las relaciones en el tren fue el hecho de haber comprado mucha comida para compartir con ellos.

La primera noche no hubo problemas, como no había tanta confianza todavía existía esa distancia y respeto que existen al comenzar una relación. El respeto y distancia se cortó cuando uno de los más jóvenes vino borracho a las cuatro de la mañana a levantarme: “ Juan, Juan; Argentina, Argentina”: “andate a a dormir pedazo de idiota”, traducido a: “Not today, me want to sleep, tomorrow talk”, en un inglés que todos entendemos.

Al día siguiente me levanté a las seis de la mañana, me preparé mis noodles con pan y puré de papas instantáneo. Los camaradas casi ni durmieron, se la pasaron toda la noche tomando y charlando.

A las siete de la mañana el tren decide hacer una parada de veinte minutos. En ese momento aparece uno de los primeros personajes del viaje: Valentín, un ruso de unos sesenta años que había servido al ejercito. Se levantó, se puso su abrigo, salió y ni bien encontró la oportunidad se compró una botellita mágica (vodka). Luego se subió al tren y puso el contenido de su botellita mágica en otra botella vacía que tenía. A las 7.30 mi amigo personal Valentín ya había empezado a tomar vodka.

1 comentario:

Anónimo dijo...

It's funny :-)
That's right, all right.
Come to Russia again!
Best regards!